La
imagen de la alcaldesa Barriga en el mural del Liceo Nacional de Maipú no es un
tema menor ni baladí. Es el final de un mural en el que aparecen los comienzos
de nuestra historia, como la imagen del toqui Leftraru, pasando por las
referencias obvias a O’Higgins, San Martín y a Rodríguez, o la obligada postal
omnipresente del Templo Votivo, orgullo y verdadero símbolo identitario que
todo maipucino reconoce como tal. Todo en una secuencia lineal que relata de
forma sincrónica el recorrido de nuestra historia, y que finaliza con la
mencionada imagen de la mencionada alcaldesa, incluyendo la aparición, bastante
menor, de Herman Silva como primer alcalde de la comuna tras el retorno de la
democracia, hito que debiera bastar por sí mismo para que la imagen del ex alcalde
y actual concejal tuviese mayor relevancia que la que tiene la de la alcaldesa
Barriga, que es presentada como la culminación de una historia bicentenaria de
Maipú.
Si
tomamos la imagen como fuente historiográfica[1], tal como sugiere Peter
Burke, podríamos interpretar que el mural plantea que la figura de Barriga,
para la historia de la comuna, es tan o más importante que los próceres que ahí
son retratadas. Y sumado lo anterior, a
la sobre exposición mediática de la alcaldesa en los medios de comunicación, ya
sea porque transforma el Honorable Concejo en su fiesta privada de peluches, o
porque utiliza sus privilegios edilicios para bailar el Kiki Challenge, o
porque cambia el nombre a una muy antigua beca para exaltar su figura,
inevitablemente nos invita a reflexionar si Barriga está en campaña
parlamentaria en vez de preocuparse por la gestión de su comuna.
La
sola aparición de Barriga en el mural, no solo sobredimensiona su figura, sino
que, además, crea una realidad sustentada en la imagen, en el relato pictórico
que propone, en la cual ella tiene tantos méritos como O’Higgins o San Martín
para estar ahí. ¿Cuáles son los méritos de Barriga, para ser retratada en el
mural? El discurso oficial es que es la primera alcaldesa en 127 años de Maipú. Ese argumento es
creíble en el caso de la Dra. Eloísa Díaz, primera médico chilena y
latinoamericana, y el homenaje que pretende dársele al bautizar con su nombre
una estación de metro. Pero, ¿cuál es el real mérito de Barriga? En su gestión
edilicia no hay absolutamente nada que nos permita suponer que es una figura a
la altura de aquellas con las que comparte el mural.
Puede
que cometa un involuntario error de apreciación, no me cierro a la posibilidad,
pero la única razón de peso para que Barriga esté en el mural, o en la beca, es
que se trataría de la exaltación de sus cuestionables logros como alcaldesa, y
se convirtiera en una proyección con fondos públicos de una posible carrera
parlamentaria.
También
puede ser una exageración, pero los regímenes despóticos y autocráticos de
Asia, como el de los Kim Jong en Norcorea, tienen un fuerte componente de culto
a la personalidad del líder, que funcionan, superestructuralmente, como
ideología de soporte al déspota de turno. El paralelo es evidente, Barriga estaría
construyendo su futuro político en lo que Weber llamaba “dominación carismática”,
es decir, en aquella basada en las características personales del caudillo o “la insólita cualidad de una persona que
muestra un poder sobrenatural, sobrehumano o al menos desacostumbrado, de modo
que aparece como un ser providencial, ejemplar o fuera de lo común, por cuya
razón agrupa a su alrededor discípulos o partidarios.”[2] La principal característica
de la dominación carismática en Weber es que quienes obedecen al caudillo (en
este caso, la alcaldesa Barriga), lo hacen no por razones racionales, sino porque
sencillamente, creen en él. Y justamente, la alcaldesa estaría fabricando una
imagen en donde su personalidad es el sustento de su carisma, la fundamentación
última de su credibilidad entre sus votantes y la “fe” que ponen en ella.
Nuestra
tradición republicana, desde el estado portaliano en adelante[3], ha sido tremendamente
eficiente en frenar el ascenso de los caudillos, generando en Chile un clima de
estabilidad política desconocido en el resto de Latinoamérica[4], que es terreno fértil de
la depredación y el caudillaje y el populismo como fenómenos políticos de larga
data[5].
Es
por las razones anteriormente descritas, que considero necesario frenar el
incipiente caudillaje que, vuelvo a señalar en la posibilidad de error de mi
análisis, la alcaldesa barriga estaría formando. Hay que eliminar cualquier
atisbo de culto a la personalidad y de autoridad carismática que podrían
fundarse en el mural del Liceo Nacional o en la “Beca alcaldesa Cathy Barriga”.
[1] “Formas
de hacer historia”, de Peter Burke.
[2] “Economía
y Sociedad”, de Max Weber.
[3] “La
Fronda aristocrática” de Alberto Edwards
[4] “Historia
de los partidos políticos de América latina” de Torcuato Di Tella.
[5] “Parasitismo
y subversión en América Latina” de Stanislav Andresky.