Hace un par de semanas
atrás, en la página del precandidato presidencial Franco Parisi, publiqué una
idea, con la esperanza que algún poderoso la haga suya, de redistribuir el IVA
dentro de los grupos sociales más vulnerables, el link es http://poderdelagente.ideascale.com/a/dtd/Reforma-Tributaria-Redistribuci%c3%b3n-del-IVA/163794-18634
y el texto es el siguiente:
“Dentro de las reformas
tributarias a realizar, propongo esta medida para redistribuir el IVA en los
sectores de menores ingresos.
Todos los años, debemos
realizar la declaración de Impuesto a la renta, la famosa Op. Renta que se hace
en Abril de cada año.
Las empresas pueden,
por ejemplo, pedir la devolución del IVA exportador, y de las inversiones que
realicen en Activos fijos. Mi idea es que esto también lo pueda hacer el
ciudadano de a pié.
Yo propongo que todas
las personas que perciban renta inferior a X cantidad de UTM (hay que definir
el tramo de renta), se les devuelva el IVA que han gastado en alimentarse,
vestirse, en salud (toma de exámenes), de los servicios básicos, que son
necesarios para la supervivencia. Similar al sístema de TAX que hay en USA.
Con esto, se realiza
una redistribución del ingreso, el IVA se cargaría solo a aquellos grupos que
tienen mejores ingresos, y a los artículos no necesarios para la supervivencia
(como LCD o lavadoras, por ejemplo).
Como se aplica: con
boletas nominativas, y declaraciones juradas, la persona al comprar muestra su
FPS (Ficha de Protección Social) junto con su cédula y si califica dentro de
los tramos protegidos, puede acceder a este beneficio.
Igual es mucho más
largo de explicar, pero esto es una breve síntesis de la idea en sí.”
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Recibí una respuesta, y
me impresionó. Estos datos son reales, y los manejaba, pero no está demás
compartirlos con ustedes:
“¿Sabían que en Chile las
empresas NO pagan impuestos?
Así es. En nuestro hermoso país, las empresas NO pagan
impuestos, ya que, gracias a una disposición de 1984 (Pinochet), los tributos
de primera categoría a los que están afectas se rebajan de los impuestos que
tiene que pagar los empresarios. Chile es el único país del mundo donde las
empresas y los empresarios reciben semejante beneficio.
Como resultado de lo anterior, todos los servicios que les
entregan el Estado y la sociedad a las empresas, son un regalo. No pagan por
ellos. Son, en la práctica, un subsidio que todo Chile (incluyendo los más
pobres) les entrega a los empresarios.
¿No les parece eso un escándalo? ¿No les parece vergonzoso
que esto se haya mantenido 30 años sin que nadie haga algo por remediarlo?
Lean, por favor, el siguiente artículo:
¿Por qué nuestros políticos se niegan a considerar siquiera
la reforma tributaria que Chile necesita?
Quienes detentan el poder hoy en Chile, y sus partidarios,
se jactan de los buenos índices que el país muestra en términos de crecimiento,
ingreso per cápita, empleo y vivienda. Nada dicen, sin embargo (y sus
opositores guardan cómplice silencio), acerca de los dos brutales estigmas que
arrastramos en materia de equidad:
· Uno de los sistemas tributarios más inmorales, injustos e
inequitativos del mundo;
· Una de las peores distribuciones del ingreso familiar (y,
por consiguiente, de la riqueza) del planeta.
El sistema tributario es inmoral porque, aparte de contener
numerosas franquicias que permiten eludir impuestos a los más pudientes
(haciendo que su carga tributaria sea incluso inferior, en términos
porcentuales, a la de los menos favorecidos), lleva implícito desde 1984 un
grosero subsidio a las empresas (y, por ende, a los empresarios), otorgado con
recursos de todos los chilenos (incluso de los más desposeídos), y que totaliza
varios miles de millones de dólares anuales.
Este subsidio se produce porque en Chile, al contrario de lo
que ocurre en todo el resto del mundo, las empresas NO tributan (el impuesto de
primera categoría al que están afectas, es en la práctica un pago provisional a
cuenta de los impuestos de sus propietarios, de manera que éstos tienen derecho
a rebajarlo de su global complementario o del impuesto adicional, según
establece el artículo 20, primer párrafo, de la Ley de la Renta ), por lo que todo el uso que ellas hacen de
los sustanciales servicios y beneficios que les otorgan el Estado y la sociedad
―un mercado de bienes y servicios donde colocar sus productos y adquirir sus
insumos; un mercado laboral donde contratar a sus trabajadores; un marco
normativo para desenvolverse y resolver los conflictos que se les presenten;
una infraestructura caminera para distribuir su producción; un sistema
económico pujante que les permite crecer y desarrollarse; un sistema monetario
para efectuar sus transacciones; seguridad; iluminación pública; información;
convenios bilaterales de comercio, oportunidades y quizás cuántos otros
servicios que se me escapan―, sin los cuales no tendrían posibilidad alguna de
funcionar y menos de obtener sus utilidades, lo efectúan a título gratuito. En
otras palabras, no pagan un peso por él; lo reciben graciosamente de regalo, a
vista y paciencia de nuestros políticos, de parte de quienes lo financian:
todos los chilenos. ¿Puede haber, en términos tributarios, algo más inmoral,
injusto e inequitativo que esto?
En cuanto a la distribución del ingreso familiar, ella es tan
escandalosamente mala que el decil más acomodado recibe, según cifras del Banco
Mundial, 28,3 veces más ingresos que el decil menos favorecido, situación que
se ha mantenido sin variaciones (y sin que los políticos hagan nada por
corregirla) durante los últimos 30 años, y que ubica a Chile entre los quince
peores países del mundo en la materia. A modo de comparación, para apreciar
mejor nuestra penosa realidad, en Venezuela esta relación es de 17,8 veces;
15,9 en Estados Unidos; 14,3 en Uruguay; 10,3 en España; 7,8 en Corea del Sur;
6,2 en Suecia; y 4,5 en Japón. La pregunta obvia es: ¿por qué nosotros no
podemos aspirar a cifras similares? ¿No es acaso esa relación un acuerdo que
podemos tomar como sociedad? ¿Cuánto debiera ser ese guarismo en Chile? ¿Tendrán
alguna respuesta nuestros señores políticos?
Pues bien, ocurre que la herramienta indicada para corregir
el impresentable subsidio señalado y la que además permite generar suficientes
recursos adicionales (varios miles de millones de dólares anuales) como para
comenzar a enfrentar ahora, de una vez por todas (porque ya se ha esperado
demasiado), la vergonzosa distribución del ingreso, es la reforma tributaria.
Pero no cualquiera. La reforma tributaria que se requiere debe contener (al
menos; se requieren varias más para corregir todas las inequidades que contiene
el sistema vigente), dos medidas drásticas:
· Eliminar la posibilidad de que los empresarios imputen
contra sus impuestos personales los tributos de primera categoría que pagan las
empresas.
· Eliminar para siempre el acceso al FUT, para evitar que
los empresarios sigan reduciendo sus impuestos personales con cargo a tributos
enterados por sus empresas en períodos anteriores.
Ésas son las medidas básicas para enfrentar las lacras que
arrastra hoy nuestra sociedad. Cualquier proyecto de reforma tributaria que
realmente pretenda crear un sistema impositivo más justo y equitativo, debería
considerarlas, ya que por medio de ellas se elimina el subsidio mencionado y se
obtienen a la vez varios miles de millones de dólares adicionales al año, los
que provienen en su totalidad de los bolsillos de los más pudientes. Uno
esperaría, entonces, que en los que se han presentado a la consideración
pública estuviesen presentes. Pero no. Ni en el del gobierno (que más parece
una burla en el escenario descrito) ni en los de la oposición (alguno por ahí
menciona tibiamente la segunda medida), ni tampoco en los de los centros de
estudios, están presentes. Parece que todos se hubiesen puesto de acuerdo en
omitirlas.
¿Por qué? ¿Por qué nuestros políticos persisten
obstinadamente en mantener vigente un sistema tan escandalosamente inmoral e
inequitativo? ¿Por qué no hacen nada para corregir sus monumentales falencias?
¿Por qué protegen a quiénes se benefician de él? ¿Por qué actúan como si diera
lo mismo que estas infamias (porque no merecen otro calificativo) que se
arrastran desde hace ya más de tres décadas, se perpetuasen, asemejando a Chile
más a una sociedad feudal, con señores y vasallos, que a una nación moderna,
donde todos sus habitantes reciben lo que les corresponde y merecen? ¿Por qué
se hacen cómplices de este verdadero atentado que se comete contra casi todos
los chilenos, en particular contra la gente más necesitada?
Se me ocurren cuatro posibles razones (debe haber,
seguramente, varias más):
§ Los políticos ignoran la magnitud real de los problemas
que afectan a la sociedad chilena; no están bien preparados; no disponen de los
conocimientos ni de la información necesarios para desarrollar a cabalidad su
función; son ignorantes;
§ Los políticos no la ignoran, pero no les interesa; no
están ni ahí con los problemas reales y sólo aplican la ley del mínimo esfuerzo
y el máximo beneficio en su penoso tránsito por el cargo que mal desempeñan;
son flojos, negligentes y aprovechadores;
§ Los políticos no la ignoran, les interesa, pero no saben
qué hacer para solucionar los problemas; son bien intencionados pero carecen de
las herramientas adecuadas, y como no quieren quedar en evidencia, no hablan
para evitar que el resto se percate de ello; son ineptos;
§ Los políticos no la ignoran, les interesa, saben qué
hacer, pero no les conviene ejecutar los cambios necesarios porque ello, de
alguna u otra forma, afecta negativamente sus intereses; son venales.
Cualquiera que sea la razón ―alguna combinación de las
cuatro anteriores u otra que se me escapa―, lo concreto es que condena a un
altísimo porcentaje de la población de nuestro país a vivir eternamente como un
estrato de segundo orden, como una clase inferior que no tiene ni tendrá el
acceso a los derechos y a las oportunidades que disfrutan los más favorecidos.
Además de perpetuar legalmente esta suerte de pleitesía que le rinde la
sociedad toda a los empresarios, por la vía de regalarles ingentes servicios
que en todo el resto del mundo están obligados (y no podría ser de otra manera)
a pagar.
¿Qué hacer ante tan penoso escenario?
Hay que actuar en consecuencia: explicarles la situación a
los políticos que ignoran, presionar y controlar a los negligentes para que
comiencen a actuar, identificar y reemplazar a los ineptos y, por supuesto,
cortar de raíz a los venales. Pero lo principal es conseguir que la sociedad
toda tome nota; que los millones de esforzados chilenos que hoy le regalan, sin
saber, parte de su trabajo a las empresas, sepan lo que está ocurriendo y se
percaten de que a sus representantes no les interesa corregir tamaño despojo.
Que se enteren de que, a la fecha, ninguno de los potenciales candidatos
presidenciales siquiera ha mencionado esta aberrante situación. Que tomen
conciencia de que quien lidera hoy las encuestas, durante cuatro años no hizo
nada, pero nada, por corregirla. Que internalicen que el actual gobierno, como
vulgarmente se dice, “no está ni ahí” con hacer algo al respecto. Así, por lo
menos, tendremos la esperanza de que cuando llegue el momento de concurrir a
las urnas, lo hagan responsablemente y favorezcan con su voto a quienes tengan
considerado en sus programas corregir estas bárbaras injusticias.
Porque en eso consiste la democracia, ¿verdad?: en que el
poder está en manos de la gente.
¿O estaremos equivocados?
Sergio Fernández Figueroa”
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Si usted es cristiano, o se identifica de alguna manera con
esta manera de vivir, o aunque no lo sea, le comento lo siguiente:
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Una vez que el pueblo de Israel sale de Egipto,
comienza a normarse, una de las reglas en cuestión fue el diezmo, el impuesto
del pueblo de Israel. Este tenía como objeto sostener a los sacerdotes y
levitas (es decir, pagar la maquinaria estatal de un estado teocrático, los
gobernantes de facto eran los sacerdotes, no hay reyes), (Num 18: 26 y ss,) y practicar la solidaridad
(Dt 14: 28 y ss.).
-
En la última cita bíblica me quiero detener. Cada tres
años los hebreos juntaban sus diezmos, y podría decirse que creaban un fondo
para que entendamos los lectores modernos. Este fondo estaba exclusivamente
destinado a alimentar a los huérfanos, a las viudas, a quienes no tenían tierra
o a los extranjeros. Es decir, a los desposeídos.
La única razón por la cual inserto el tema diezmo de manera
tangencial en este blog, es para mostrar como resolvía el problema de impuestos
el Israel bíblico y su propósito.
Estimados lectores, les dejo una pregunta abierta:
El sistema tributario de Israel era justo, porque se valoraba la vida humana, ayudando a quienes eran más pobres y no podían sostenerse económicamente, ¿es justo el
sistema tributario de Chile, o de las naciones neoliberales? En los parrafos anteriores, queda en evidencia que nuestro sistema tributario, como nuestra sociedad es piramidal, y quienes más tienen, son quienes menos pagan impuestos.